A finales de 2016 se encontró en una tienda de antigüedades lo que parecía ser una serie de folios pertenecientes a la científica británica Rosalind Franklin. Después de numerosas y concienzudas pruebas, se garantizó que, efectivamente, los textos eran, en su mayoría, de su autoría y estaban datados a partir del año 1951.

La primera parte de las investigaciones, centradas en la estructura helicoidal del ADN, reflejan una polémica situación de sobra conocida en el mundo de la ciencia: A Rosalind Franklin no se le reconoció verdaderamente su aporte a la genética como sí ocurrió con sus compañeros Watson, Crick y Wilkins quienes fueron reconocidos como los "tres descubridores de la estructura molecular del ADN" en 1953, a pesar de que los cuatro aportaron en igual forma a la investigación.

No obstante, lo que más llamó la atención de quienes encontraron sus pertenencias fue un segundo estudio que Franklin mantenía en secreto y que, tal como ocurrió con el primero, no se le reconoció como autora. Sorprende sin embargo la temática, la calidad y la seriedad que la británica y su ayudante empeñaron en esta investigación realizada a partir de 1948 hasta inicios del nuevo milenio. El cómo se filtró esta información para que otros estudiosos se adjudicaran los diversos resultados, sigue siendo un misterio.
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